Una mesa de pata dispareja
envuelta en fustán zapoteca,
el cirio agoniza,
un niño Dios abre los ojos como postigos y
su cabello estuco rizado,
cuando lo tiré de su cama de heno
pegué sus pedazos con la viscosa de un árbol y saliva
sobre la mesa se esparce corozo, jazmín del istmo y flores de mayo.
Al centro el torso de mi tía Rosi
observa a los que se persignan dentro de la casa.
Veo las figuras que el humo danza
y desvanece en el aire.
Oigo una voz:
El diablo tiene alas.
The Zapotec versions by Natalia Toledo, "Mexa’ bidó’", and Clare Sullvain's translation, "Altar," are available in issue 27.1